Juan Manuel Fernández Medina, presidente de la Asociación de Snacks
La importancia del canal impulso en el entramado económico español es indudable. Esta afirmación cobra mayor fuerza si hablamos del pequeño comercio de alimentación y bebidas. Nos referimos a las tiendas de conveniencia tipo ultramarinos, pick&mix, tiendas tradicionales, quioscos, gasolineras, etc., un segmento que en nuestro país está constituido por más de 107.000 puntos de venta diseminados por toda la geografía española e impulsado por 96.252 autónomos. El pequeño comercio de alimentación y bebidas genera empleo directo a cerca de 133.000 personas, sumando de manera indirecta a lo largo de la cadena de valor a más de 600 distribuidores -cadenas organizadas y autoempleo-. En lo que se refiere a las categorías de productos de aperitivo, debemos contemplar, además, a más de 100 empresas fabricantes o importadoras de frutos secos y snacks, que suministran productos frescos y envasados.
Estos datos muestran un sector detallista único en Europa, el canal impulso, dedicado al comercio al por menor de productos alimentarios y bebidas en locales especializados, un sector que viene concentrando el 30% de las ventas de snacks y productos de aperitivo durante los últimos años. Es obvio que este canal resulta clave para la recuperación económica de nuestro sector y del sector alimentario en general.
La crisis sanitaria provocada por el Covid-19 y las medidas de prevención adoptadas por las autoridades para contener la pandemia y las distintas oleadas de contagio han tenido un efecto muy negativo en la situación del pequeño comercio en España. En este sentido y según apuntan distintos indicadores, las ventas de este sector se han desplomado durante 2020 un 6,8%, el mayor descenso registrado desde 2012. Además, este retroceso ha sido mayor en el caso de las tiendas más pequeñas, que además de tener un músculo más débil, han sufrido caídas de ventas que han llegado hasta el 40% y que no han sido inferiores al 17%, lo que ha tenido -y va a seguir teniendo en los próximos meses- un efecto inmediato en el empleo en el sector.
Antes de la pandemia, la comercialización de patatas fritas, snacks y frutos secos se venía distribuyendo entre el denominado canal de distribución moderna y el canal impulso en una proporción del 60/40, respectivamente. Desde marzo de 2020, el incremento de consumo en el primero no ha compensado las pérdidas por la casi nula actividad del segundo durante las distintas fases de confinamiento.
Además, es importante tener en cuenta el rol que el pequeño comercio de alimentación y bebidas desempeña como herramienta estructuradora del territorio, que promueve el emprendimiento, el autoempleo y resulta clave para dar respuesta a la conveniencia demandada por el consumidor. Antes de la pandemia, el canal impulso se encontraba, involucrando a todos los eslabones de la cadena de valor, inmerso en un proceso de cambio y modernización imprescindibles para adaptarse a los nuevos hábitos de consumo y responder a las necesidades cambiantes del consumidor. A pesar de que este canal, a diferencia de otros, es muy accesible y cuenta con la ventaja de la rapidez para implementar promociones, lanzamientos y cualquier tipo de acciones, precisaba de una modernización, sobre todo tecnológica, que permitiese reforzar el trasvase de información entre fabricantes, distribuidores y detallistas.
Este proceso de cambio se vio interrumpido por la pandemia y el cierre obligado de la mayoría de establecimientos que, a pesar de distribuir productos alimentarios, no han contado con la consideración de esencial para poder mantener su actividad. Y en aquellos casos en los que estas tiendas han podido mantenerse abiertas, el movimiento de personas en las calles ha sido tan reducido que se ha traducido en volúmenes de venta insostenibles. Estos inconvenientes se han venido a unir a aspectos como la gestión de los Erte, la caducidad de stocks, el encarecimiento logístico derivado de la necesidad de ser más flexibles a la hora de servir producto, etc., todo ello ha provocado el cierre de un 10 a 15% de establecimientos, lo que equivaldría a entre 8.000 y 10.000 puntos de venta que han cesado su actividad.
Pero la pandemia también ha generado oportunidades para las categorías de producto de impulso, entre las que podemos destacar el aumento del consumo de productos de indulgencia en el hogar. Se estima, en lo referido a la industria alimentaria en general, en el último año hemos realizado 2.445 millones de ocasiones de consumo más por placer que el año pasado, siendo el canal impulso captador de un 10% de las ocasiones incrementales de placer.
El canal impulso cuenta con la proximidad y la capacidad de adaptación como grandes fortalezas y con la dependencia del consumo on-the-go y de la movilidad como principales amenazas. Sin duda, la transformación digital de este sector, la apuesta por la diferenciación y la aportación de valor añadido al consumidor son sus claves de competitividad y sus principales bazas de futuro. En este sentido, fabricantes, distribuidores y detallistas deben poner al consumidor en el centro del proceso de toma de decisiones, empezando por conocer mejor sus características, preferencias y hábitos. El cliente de futuro va a ser mucho más exigente, va a buscar la comodidad y la conveniencia, por lo que el canal de impulso debe asegurarse de ofrecerle una respuesta innovadora, adaptar la oferta y hacerle la vida más fácil.
Las medidas de apoyo que se canalicen desde el Gobierno, la evolución del proceso de vacunación, así como las posibles restricciones a la movilidad que puedan decretarse para combatir posibles olas en los próximos meses, van a resultar decisivas para la recuperación del sector y para la aplicación efectiva de este proceso de transformación de un tipo de comercio que sigue, y seguirá estando firmemente arraigado en la cultura y en la forma de disfrutar del ocio de los españoles. Todos los que formamos parte del mismo, desde fabricantes a detallistas, pasando por los distribuidores, estamos comprometidos en volver a convertir el comercio de impulso en una alternativa de consumo sólida.